Puede que esos juegos rudos entre padre e hijos te den un mini infarto, pero son súper necesarios para su desarrollo. Deja que le den vuelo a la hilacha con las luchitas y el avioncito, les caerán de maravilla.
Mientras los juegos de mamá suelen ser más dulces y delicados, los de papá se distinguen por ser más rudos e irreverentes. No es una regla general, pero así ocurre en la mayoría de las familias, donde es fácil imaginar que la madre pone el grito en el cielo cada que el padre arroja al bebé hasta casi tocar el techo. O ¿qué tal cuando ella tardó horas en dormirlo y él llega a casa y decide agarrarle los cachetes tan fuerte que lo despierta?
Esta imagen de los típicos juegos entre padre e hijos nos ha llevado a indagar un poco más en la importancia de esta relación en el desarrollo de un bebé. También en las familias formadas por madres solteras (divorciadas, con segundas nupcias) o parejas del mismo sexo existen figuras paternas que cumplen esta función que complementa a la del lado femenino.
De acuerdo con un estudio hecho por la Alianza de Investigación de Participación del Padre, “los bebés que tienen a un padre más involucrado tienen más probabilidades de estar emocionalmente seguros, confiados en nuevas situaciones, se vuelven deseosos de explorar su entorno y, a medida que crecen, se vuelven más seguros”.
A esto se añade que los niños pequeños con un papá cálido y juguetón resuelven mejor los problemas y “tienen un coeficiente intelectual más alto a los tres años”. Este tipo de estímulos repercute en mayor aprendizaje al comenzar la escuela y logran lidiar mejor con el estrés de estar lejos de casa, en comparación con los niños con padres menos comprometidos o que juegan poco con ellos.
¡Déjalos jugar!
Existe un escenario común en que la madre se vuele tan protectora que no deja ni que el padre juegue o cuide al bebé. Esto puede ser dañino para los hijos, no solo por las ventajas antes explicadas, sino por inclusión e igualdad en roles y obligaciones. Es vital que el padre (o figura paterna) se involucre… Sí, aunque a veces parezca que va a deshacer al bebé con sus cosquillas, no lo hará porque lo ama igual que su mamá.
En un apartado del libro ‘Peaceful Parent, Happy Kids’, de Laura Markhan se habla justo de este tema sobre los juegos rudos de papá tanto con niños como con niñas. De cómo la convivencia un poco más efusiva, explosiva y agitada que tienen los bebés con la figura paterna puede construir una mejor conexión y, a la vez, darles más seguridad para las situaciones que desarrolle en su crecimiento.
Tal vez hayas notado que, tras una sesión intensa de cosquillas o le lanzarlos encima de las almohadas, los pequeños dicen “¡ya, no!, ¡ya, no!”, pero al poco tiempo regresan con una sonrisa pícara a pedir “¿otra vez?”. A los bebés les pasa algo similar, solo que ellos aún no pueden comunicarlo con palabras. Markhan expone que estas rutinas llevan a liberar los miedos y la ansiedad, les ayuda a sentirse amados, conectados y, lo más importante, unidos a sus padres. Sí, mamá incluida.
Siempre con precaución, “esa rudeza diaria es una buena herramienta para minimizar las luchas de poder, para calmar sus berrinches, para dotarles de inteligencia emocional y enseñar a los niños a escuchar”, explica Lauren Tamm, autora del blog The military wife (and mom). Después de un juego rudo, los papás podrán observar cómo los niños se ven más relajados, tranquilos y receptivos a otras actividades de las que normalmente se quejan.
A esto se puede agregar que la convivencia de lunes a viernes es tan importante como la de sábado y domingo. Que los hijos sepan que papá está todos los días y no solo los fines de semana les da también mayor seguridad. De igual modo que el padre también puede hacer tareas, dar de comer, ver una película con ellos, cambiar su camita (a propósito, descubre nuestras sabanitas de panda que son una belleza) y esas actividades que, además de dar un respiro a la madre crean un vínculo más fuerte entre padre e hijos.
Más beneficios del juego rudo
Las lecturas y estudios sobre la importancia de jugar brusco han llegado incluso a un análisis cerebral y de conductas consecuentes. Dentro de estas se enlistan estos beneficios:
Mejora el aprendizaje: los juegos dan la oportunidad de cometer errores sin temor a una repercusión fatal, de ahí que los niños puedan experimentar con todo tipo de movimientos, sensaciones y palabras que, tal vez, en otro contexto no harían. Atreverse a probar nuevas cosas les hará cometer errores y aprender de ellos.
Enseña moral y ética: aun en un juego rudo existen reglas, pues se trata de divertirse sin llegar a lastimarse u ofender; como aquí nadie gana o pierde, los pequeños aprenden a poner límites a sus fuerzas, a lo que les gusta y lo que no y, a la par, a ser recíprocos con los padres u otros niños con quienes estén jugando.
Más inteligencia emocional: esto se trata de poder cambiar de estado anímico sin sufrirlo demasiado, pues sabrán exactamente qué pasa por su mente y qué siente su cuerpo con esto. Acelerarse y relajarse, correr y parar, reírse a carcajadas y liberar el estrés, todo eso ocurre en un buen round de almohadazos.
Aprender a tomar riesgos y a confiar: dado que ningún padre quiere lastimar a su hijo, los niños aprenden que al jugar con él todo va a estar bien. De tal modo que puede experimentar qué pasa si se avienta de la cama, si deja que lo cubran con cojines del sillón, incluso si por error se pega con una pared y acaba con un chichón. Todo eso es aprendizaje para saber qué es buena idea y qué no.
Visto así, que los papás jueguen rudo, se vale. Y también se vale que las mamás empiecen a ser un poquito menos preocuponas y más divertidas. ¿No crees?
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